Abrí los ojos y allí estaba ella, apoyada sobre mi pecho, respirando despacio... Los latidos de su corazón marcaban el ritmo de los míos, cada segundo que ella dormía llenaba la estancia de paz, tranquilidad y provocaba en mi la sensación más agradable que puede vivirse.
El flequillo ocultaba la mayor parte de su cara, con cuidado y sin despertarla le aparté el pelo con una caricia y pude verla... Estaba realmente preciosa, bueno, es preciosa y en ese momento me di cuenta que nada a mi alrededor importaba demasiado porque esos segundos merecieron más la pena que meses y meses empapando mis mejillas con absurdas lágrimas.
Sin más le dediqué una última mirada, sonreí y abrazándola me sumergí en mi propia paz.
Siempre ella.
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